A lo mejor crees que les canto baladas a mis alumnos y les hago carantoñas para que se sientan más queridos. Pues no, no va de eso.
Enseñar a un alumno sin tener en cuenta su personalidad y sus emociones, desde un enfoque totalmente “frío” y mecánico es comprar todos los boletos para el fracaso, tanto del alumno como del profesor.
Porque cada persona es diferente, y yo soy como un buen sastre: diseño un traje a medida de cada alumno, viendo cómo es y qué corte o estilo le queda mejor. Es decir, no realizo las mismas actividades ni planteo las clases de forma monolítica, sino que las adapto a cada persona. Porque lo más importante es evitar que las dinámicas y actividades supongan un estrés para el alumno, ya que obstaculizan el pleno rendimiento del cerebro y vuelven dificultosa la tarea de asimilación de nueva información.
Yo ayudo a mis alumnos a perder el miedo. El miedo a no saber realizar una actividad que el profesor nos plantea porque no estamos familiarizados con los contenidos, porque no hemos adquirido bien los anteriores conocimientos; el miedo a que nos corrijan y que nuestros errores queden en evidencia delante de los demás, viéndose afectada nuestra autoestima; el miedo a participar en actividades que nos hagan sentir vergüenza… Es decir, todo aquello que nos haga sentir incapaces de aprender.
Si quieres saber cuál es mi “credo” a la hora de aprender un idioma, aquí.
Mis clases están planteadas pensando en la participación, la variedad, el dinamismo y la diversión, para que aprender italiano no suponga un suplicio ni un estrés, porque el italiano se aprende, se disfruta… y se acaba amando; te lo aseguro.
Y aquí te digo lo mismo: si quieres bucear un poco en lo del enfoque humanístico-afectivo, entra aquí, y verás lo interesante que es.